7/03/2006

Los miedos

Los miedos.


Tocan a tu puerta
una noche de lluvia,
apenas abres la puerta
entran a tu casa sin previa invitación,
se pasean por todo el lugar
cual si fueran los amos de casa.
-“Que cambiado esta todo” – exclaman.
Tus ojos, llenos de sorpresa se abren de par en par.
-“Será posible que no me recuerdes,
compartimos la misma cuna y los mismos
juegos por mucho tiempo” -es su respuesta.
Se sientan en tu sillón,
y piden:
una buena taza de café,
un buen tabaco para fumar,
un masaje de pies,
y si no es mucha molestia
que pongas a secar sus atuendos
mojados por la lluvia.
Por supuesto que no te dejaras
mandar por unos desconocidos.
Les pides el favor que se retiren
de tus aposentos,
pero no pareces muy convincente.
“Si nos echas vendremos
con otros de tus compañeros de cuna
y otro tanto de tu adolescencia
y nos vengaremos por la afrenta”- gritan furiosamente.
La lucha se hace inevitable,
así que no queda otro remedio
que amarrarlos e internarlos
en lo mas profundo del sótano.
Gritan y gritan queriendo
salir del lugar,
pero con un poco de música
todo estará bien.
¡Que tal la novena sinfonía de Beethoven!


Ya llevas varios días sin escucharlos,
“Acaso se habrán muerto de hambre”- piensas alegremente.
Pero una noche, una visita
curioseando por toda la casa,
abre la puerta del sótano.
Sin pensarlo inmediatamente
salen de su encierro,
corren apresuradamente
a la cocina,
se arman de cuchillos
y cualquier arma que encuentren
a su paso: sueños rotos,
decepciones amorosas,
pedazos de estrellas.
Y van en tu búsqueda,
solo la venganza
recorre sus venas.
Piensan qué será mejor,
matarte de una vez,
o dejarte agonizando
en la mas completa miseria.
Finalmente deciden dejarte vivir,
hacen un cronograma con las visitas
que te harán,
y dejan unos cuantos verdugos
como huéspedes en tu casa,
y dos centinelas que vigilan
la entrada de tu casa
para que nadie entre a rescatarte.


Felipo

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